miércoles, 28 de enero de 2015

¿Por qué la ciencia floreció especialmente en la Antigua Grecia?


Se denomina "Creciente Fértil" a una región histórica en forma de luna creciente, que comprende parte de los territorios del Antiguo Egipto, el Levante mediterráneo y Mesopotamia. Se tiene constancia de que hace 10.500 años fue una zona densamente poblada, de climatología apacible, en la cual se desarrollaron importantes industrias neolíticas de alimentación: la domesticación de plantas (trigo, cebada, lentejas, garbanzos, guisantes, lino, olivo...) y animales (cabra, oveja, cerdo, caballo...). Estas favorables condiciones impulsaron el comercio y la comunicación entre los distintos pueblos que habitaban la zona. Como era necesario registrar de algún modo las transacciones que se llevaban a cabo, no es de extrañar que en la "Creciente Fértil" la escritura tuviera un desarrollo más precoz con respecto a otras zonas pobladas del globo terráqueo; se conservan testimonios escritos que se remontan al cuarto milenio antes de Cristo (mientras que en China la escritura no hizo acto de aparición hasta mediados del segundo milenio). En medio de este pujante caldo de cultivo, el origen de la ciencia escrita corrió parejo con el genio domesticador de los pueblos de la "Creciente Fértil".

Hay que contar además con que la "Creciente Fértil" era una zona que se extendía a lo largo de unas mismas coordenadas de latitud, y por lo tanto no existían diferencias apreciables en cuanto a condiciones climáticas, que eran a la sazón similares y continuas. Por ello, no ofrecía dificultad el establecimiento de comunicaciones entre los distintos pueblos de la zona.

Como contrapartida, las fronteras climáticas se hacen destacables (y en muchos casos infranqueables) a lo largo de los meridianos de longitud, y éstas dificultan en gran medida la comunicación entre distintas comunidades. Por esta razón escasearon los contactos comerciales y divulgativos en el continente americano e igualmente en el africano. Como ejemplo, la llama y la patata andinas nunca llegaron a encontrarse con el maíz y la rueda mexicanas a través de la barrera climática centroamericana.

A tenor de todo esto, no es extraño que la escritura y la ciencia florecieran en los grandes imperios fluviales de la "Creciente Fértil" y China.

La evolución del lenguaje fue otro de los factores que influyó en el desarrollo de la ciencia.

Se sabe que Mesopotamia, Egipto y China fueron las primeras culturas que emplearon sistemas de escritura jeroglífica y logográfica, no vinculados a lo que era su lenguaje oral. Como botón de muestra, el sumerio comprendía unos dos mil signos escritos que debían ser memorizados por los escribas para su correcto uso, lo cual representaba un aprendizaje en el que se invertían unos doce años. Y esto, decididamente, suponía un cierto freno al desarrollo y difusión de la ciencia, que había de pasar por un dominio previo del lenguaje.

Los griegos fueron los primeros en realizar un esfuerzo de simplificación de su lenguaje escrito, a efectos de adaptarlo a las carácterísticas de su lenguaje hablado. Diseñaron un sistema fonético de vocales y consonantes a partir de los signos silábicos fenicios, que no superaban las dos docenas. De esta manera, se acortó considerablemente el tiempo necesario para aprender a leer y escribir (de hecho, el mismo tiempo que hoy nuestros niños emplean en los colegios). Gracias a esto, la cultura dejó de ser patrimonio exclusivo de las castas sacerdotales y se hizo accesible a cualquier ciudadano.

En definitiva, a tenor de los factores anteriormente referidos, no resulta raro que la ciencia recibiera un impulso mayúsculo en la Antigua Grecia.

Inexistencia de fronteras climáticas y un adecuado lenguaje, el tándem perfecto para que la ciencia floreciera.


A modo de ejercicio práctico, ¿podrías indagar acerca de los más importantes científicos de la Antigua Grecia?

FUENTES CONSULTADAS:

SOLÍS, Carlos/SELLÉS, Manuel, Historia de la Ciencia, Madrid, 2008, Espasa Calpe, 19-24.

http://es.wikipedia.org/wiki/Creciente_F%C3%A9rtil

Julián Esteban Maestre Zapata.


jueves, 27 de noviembre de 2014

El diseño de mi cuaderno

Grillos, grillos, grillos


A nadie se le ocultan los conciertos que los grillos campestres (Grillus Campestris) interpretan en parques y jardines a la llegada del buen tiempo. Algunas veces su canto es melódico y acompasado, en tanto que en otros momentos semeja una cacofonía desaforada... ¿A qué es debido este fenómeno?

Sencillamente, el metabolismo de los grillos (causa principal del característico "cric-cric") es sensible a los cambios de temperatura, ya que estos insectos no son capaces de autorregular su temperatura corporal, a diferencia de los mamíferos. Los grillos macho utilizan los chirridos como parte de su cortejo sexual a los grillos hembra, que no pueden producir dicho sonido.

El químico físico suizo Svante August Arrhenius (1859-1927) llegó en 1889 a la expresión matemática que relaciona exponencialmente la velocidad de una reacción química con la temperatura a la cual se desarrolla. Sencillamente, cuanto mayor es la temperatura, mayor es la velocidad de reacción; y viceversa: cuanto menor es la temperatura, menor es la velocidad de reacción.

El metabolismo de los grillos puede ser considerado como una cadena de reacciones químicas, y por tanto manifiesta sensibilidad a los cambios de temperatura. Si la temperatura del entorno es elevada, como es propio del tiempo veraniego, los chirridos de los grillos aumentan su frecuencia. Esto no es ni más ni menos que una verificación perceptible de la ecuación de Arrhenius antes citada.

Pues bien, se ha podido encontrar la expresión matemática que relaciona la temperatura con la frecuencia del chirrido de los grillos y que da fe de la precisión de los grillos como indicadores de los cambios de temperatura del aire circundante, esto es, como termómetros. Para la escala centígrada, la expresión matemática adopta la siguiente forma:

Temperatura del aire (°C) = (n° de chirridos por minuto/5) + 9

El principal inconveniente es conseguir contar de forma precisa todos los chirridos emitidos por el grillo en el espacio de un minuto. Por ello se recomienda realizar dicha cuenta para un intervalo de 10 segundos y acto seguido multiplicar por 6 el resultado; así, de forma más cómoda, tendremos computado el número de chirridos por minuto.

¿Alguien se plantea cambiar el tradicional termómetro de mercurio por un simpático grillo? Yo creo que aunque el grillo sea un instrumento más fiable para medir la temperatura, seguiré utilizando el termómetro de mercurio cuando me ponga malito.